Cada vez que hay una crecida de un río o arroyo los afectados, algunos políticos (¿oportunistas? ¿malinformados?) y otras voces repiten el mantra de que la inundación no hubiera ocurrido si el río estuviera limpio. Limpio, ¿de qué? ¿de basura? ¿de la mal llamada “maleza”? Los hay que llegan a pedir eliminar todo el arbolado.
El mito de que hay que «limpiar» los ríos se refleja en la enorme cantidad de arroyos que discurren por nuestros campos sobre cauces cuyas orillas están completamente desprovistas de vegetación. También en los enormes presupuestos invertidos en retirar los sedimentos del fondo de los ríos (dragar) y en eliminar los bosques de ribera, especialmente los arbustos.
Es importante reivindicar el papel fundamental que cumple la vegetación de ribera e insistir en que las leyes naturales son manifestación de una inteligencia que ha hecho posible nuestra propia existencia. Pretender ser más listos que la naturaleza nos ha llevado a esta enorme crisis ambiental de escala planetaria a la que se enfrenta la humanidad por primera vez en su historia.
Corredores ecológicos
Los bosques de ribera son corredores ecológicos que facilitan la movilidad de especies animales y de semillas, las cuales son arrastradas por el agua, por el viento o trasladadas por la fauna en sus tractos digestivos. La vegetación sombrea el agua, manteniéndola más fresca y oxigenada, lo cual es ideal para la fauna.